Un año más, me he atrevido a escribir una breve reseña de algunos de los libros que he leído. Esta entrada sobre libros se añade a las de 2019, 2020 y 2021.
Will Storr: La ciencia de contar historias
La curiosidad tiene forma de n. Es más débil cuando no se tiene ninguna información o cuando se sabe todo sobre algo. Por el contrario, si se dispone de una información fragmentaria se estimula la necesidad de saber más. Algunos psicólogos han elaborado teorías y llevado a cabo ingeniosos experimentos para saber en qué situaciones se incrementa nuestro interés. En este libro, el autor aplica los conocimientos que se han acumulado en psicología al arte de contar una historia, principalmente en literatura o cine.
El cambio es otro de los factores que captan nuestra atención. Por ello, muchas narraciones comienzan con un momento de cambio inesperado o con la introducción de una laguna informativa. Así se activa nuestra capacidad de atención. Este cambio modifica el modelo del mundo que tiene el protagonista y le presiona para cambiarlo. Más coloquialmente, le rompe los esquemas. En un final feliz, el protagonista supera los acontecimientos y acaba siendo mejor, o teniendo un modelo del mundo más adecuado a la realidad, pero si la obra es trágica, el protagonista es incapaz de cambiar y debe seguir conviviendo con su modelo equivocado y con las consecuencias negativas que ello le conlleve. El autor analiza algunas historias que siguen este esquema: se comenta la equivocada idea de la realidad del mayordomo de Lo que queda del día de Ishiguro, la evolución de Michael Corleone en El Padrino, o la de T. E. Lawrence, el protagonista de Lawrence de Arabia.
Las metáforas son importantes porque algunos estudios sugieren que son el principal mecanismo por el que el cerebro comprende ciertos conceptos abstractos. Una metáfora abre una laguna de información que obliga a imaginar la escena: “los cadáveres pesan más que los corazones destrozados” (Chandler), o activan esquemas neuronales que aportan una mayor profundidad de significado y sensaciones: “no había viento más cortante que él mismo” (en la descripción de Scrooge en Un cuento de navidad de Dickens). Sin embargo, ya advertía Orwell del “enorme vertedero de metáforas gastadas que se usan solo porque ahorran a las personas la tarea de inventar sus propias frases”.
Muchos otros temas se tratan en el libro. Por ejemplo, los diálogos y su capacidad de sintetizar a veces una gran cantidad de información: “me encanta el olor a napalm por la mañana” (Apocalipsis Now), o “necesitará un barco más grande” (Tiburón). También la función social de las narraciones como propaganda tribal: ejercer control sobre el grupo manipulando a los miembros para que se comporten de forma que beneficien al conjunto. Aunque también pueden ser subversivas, servir de antídoto para esa propaganda. Y muchos otros aspectos que relacionan nuestra psicología con las narraciones y sus protagonistas.
Un libro con aplicaciones para los docentes. Una asignatura podría ser una narración clásica, con su argumento, nudo y desenlace. O tal vez una narración caótica, pero sugestiva y capaz de mantener la atención. En las clases también somos contadores de historias.
Anabel Forte Deltell: ¿Cómo sobrevivir a la incertidumbre?
La autora de este libro, una profesora de estadística y conocida divulgadora a través de su cuenta de Twitter y su página web, hace un loable intento de comunicar algunos de los conceptos más importantes en estadística a un público amplio. La vida cotidiana de una familia es el hilo que conecta los diferentes capítulos: escuchan por la mañana la predicción del tiempo, visitan al médico y reciben los resultados de unos análisis, van al trabajo y tienen que revisar unos informes contables,… La autora se esfuerza por convencer a los lectores de que la estadística está presente en muchos aspectos de la vida diaria.
En cuanto a los contenidos, los primeros 8 capítulos corresponden a la materia estándar de un curso de introducción a la estadística: distintas formas de entender qué es la probabilidad de un suceso (capítulo 1), población, muestra y distintos tipos de muestreo (capítulo 2), variables aleatorias discretas y continuas (capítulos 3 a 5), descripción de datos (capítulo 6), inferencia y contrastes (capítulos 7 y 8). Todo ello con explicaciones bastante claras, con alguna nota histórica, y sin usar fórmulas matemáticas. El resto del libro corresponde más bien a temas que se suelen explicar en un segundo curso de estadística: modelos de regresión incluyendo GLM y logística (capítulo 9), ensayos clínicos (capítulo 10) y diseño de experimentos (capitulo 11).
La lectura de la última parte del libro, a partir del capítulo 7, puede ser un poco ardua para quien no conozca los conceptos previamente. No obstante, me parece un libro adecuado como lectura complementaria para nuestros alumnos, o para lectores interesados en comprender las principales ideas de la estadística.
Héctor Ruiz Martín: ¿Cómo aprendemos? Una aproximación científica al aprendizaje y la enseñanza
El aprendizaje es resultado de lo que el alumno hace y piensa y solo de lo que el alumno hace y piensa. El profesor solo puede promover el aprendizaje influyendo sobre lo que el alumno hace y piensa.
La anterior cita de Herbert A. Simon encabeza este libro que resume lo que la psicología cognitiva permite afirmar sobre cómo se produce el aprendizaje. Conocí al autor del libro a través de su muy recomendable cuenta de Twitter en la que publica hilos informativos y documentados sobre este tema.
El libro se divide en varios bloques: cómo se investiga en el ámbito de los procesos de aprendizaje, los procesos cognitivos que subyacen (en especial, la estructura de la memoria), los factores socioemocionales que intervienen en el aprendizaje y la autorregulación (la motivación, las creencias, el autocontrol, la resiliencia), los procesos clave de la enseñanza (instrucción, feedback y evaluación). Finalmente, se incluye un anexo acerca de mitos pseudocientíficos sobre el aprendizaje.
Todo lo que se aprende, se aprende a través de la memoria, por ello el correspondiente bloque me ha parecido muy importante. Especialmente la relación entre la memoria de trabajo (el proceso por el que mantenemos y manipulamos la información a la que prestamos atención en cada momento) y la memoria a largo plazo. Una de las ideas fundamentales de esta parte del libro es que los recuerdos y conocimientos forman redes donde cada elemento se conecta a aquellos con los que mantiene una relación de significado. Los conocimientos que ya tenemos son el sustrato sobre el que podemos fijar nuevos conocimientos. Por ello, cuanto más sabemos sobre algo, mayor capacidad tenemos de adquirir nuevos conocimientos. Cuantas más conexiones realicemos con los conocimientos previos, más sólido será el aprendizaje.
Un aspecto relevante sobre la memoria es la evocación: recuperar la información de la memoria a largo plazo y situarla en la memoria de trabajo. Hay bastante evidencia empírica de que realizar el esfuerzo de evocar mejora el aprendizaje. Es decir, en lugar de repasar una y otra vez los contenidos es mejor realizar el esfuerzo de evocar lo que sabemos. En matemáticas, la resolución de problemas puede ser una manera efectiva de evocar. Dos aspectos llamativos sobre la evocación: tiene más impacto cuanto mayor es el esfuerzo cognitivo que conlleve, y es más efectiva cuando lo aprendido ya ha empezado a olvidarse. Como implicación práctica, es mejor entrelazar ejercicios de distintos temas que tratar de dominar un tema y luego pasar al siguiente.
Muy importante también para el aprendizaje es toda la discusión sobre la motivación y su relación con las metas de los estudiantes. La motivación depende del valor que el estudiante atribuye a lo que está aprendiendo, pero también de su estimación de la capacidad que tiene de aprenderlo. En nuestra actividad docente debemos trabajar sobre estos dos factores.
Me ha parecido un libro serio, muy claro y ameno, y he tomado nota de las implicaciones que puedan tener sus conclusiones en mi docencia.
Stuart Ritchie: Intelligence, all that matters
Este es un libro conciso sobre lo que se sabe de forma contrastada acerca de la medida de la inteligencia. El libro comienza describiendo los primeros intentos de medirla hacia finales del siglo XIX. Obviamente esta es una característica humana que no se puede medir igual que se mide un rasgo físico como la estatura, y por eso no es casual que algunos de los científicos que hicieron aportaciones a la medida de la inteligencia en estas primeras etapas también hicieron contribuciones muy importantes en estadística: los conceptos de regresión y correlación, debidos a Galton, se originan a partir de sus estudios sobre heredabilidad, y Spearman introdujo técnicas de análisis factorial para proponer la existencia de un factor general (factor g) que subyace a los resultados de las distintas pruebas que se han propuesto para determinar el cociente intelectual de una persona.
El libro también revisa los estudios existentes sobre las asociaciones entre cociente intelectual y diversos aspectos del desempeño a lo largo de la vida (éxito educativo, profesional, salud, etc.), trata de forma somera algunos aspectos biológicos de la inteligencia, cómo evoluciona con la edad y si se puede hacer algo para mejorarla.
El último capítulo repasa algunas de las controversias que ha suscitado la medida de la inteligencia, relacionadas con las motivaciones de los científicos que la llevaron a cabo en un principio: se debe también a Galton el tenebroso término Eugenesia (selección artificial para mejorar la raza humana). Sin embargo, también Binet hacia la misma época diseñó junto con Simon una batería de tests de inteligencia con el noble objetivo de detectar estudiantes con necesidades educativas especiales.
Informativo libro, fácil de leer y recomendable.
Marta D. Riezu: Agua y jabón. Apuntes sobre elegancia involuntaria
Una mezcla de libro de memorias de una autora “en su segunda juventud”, catálogo de costumbres elegantes y diario. Tengo una sensación ambigua respecto a la experiencia que he tenido al leerlo. Por una parte algunas páginas me han resultado irritantes, con los interminables listados de (para mí) desconocidos fotógrafos, diseñadores industriales o de moda, pintores, etc. Por otra parte, para ser justos, el libro está muy bien escrito y es admirable el talento de su autora para el aforismo, para las frases que merece la pena recordar. Copio aquí algunas:
- Quien bien nos quiere se fija en lo que nos gusta, pero quien nos aprecia de verdad memoriza lo que detestamos. Para ahorrárnoslo, sobre todo; pero también para esgrimirlo en un momento tenso y hacernos reír.
- Cómo detectar un mediocre: por su gusto por lo extraordinario (…). No ve nada; ni el milagro de la fuente en la calle, ni la dignidad cívica del buzón de correos, ni la tentación del pico de pan.
- El comportamiento ejemplar de las cerillas: baratas, rápidas, cumplidoras.
- Ese gran verbo, adecentar.
- El infierno es un lugar donde todo es moderno, atractivo, fácil y entretenido.
- La cultura y el amor vienen sin garantías. Nadie nos asegura que si amamos nos amarán, ni que leyendo algunos libros nos volveremos más sabios. Pero no intentarlo es de locos.
- [Mirar al que duerme] es algo que solo se puede hacer con la persona amada o con el hijo pequeño.
- Hay que dedicar al menos un año en la vida a equivocarse.
- Una de las sorpresas de la buena educación es que el prójimo, sin saber siquiera tu oficio, seguramente presupone que lo haces bien.
Con esta información, que decida cada uno si le merece la pena leer el libro. Dado que se ha vendido bastante, muchos lectores parece que opinan que sí. Yo no me he arrepentido.